Matrimonio y relaciones de pareja: Células generadoras de la familia

La modernidad ha traído, entre otros muchos males, que las relaciones de pareja se hayan vuelto algo superficial, donde preponderan el placer carnal y los intereses mezquinos del hombre o de la mujer, amparándose en el acelerado ritmo de la sociedad actual que termina por afectar la vida en común y sus aspiraciones, dificultando la convivencia; infidelidades, desconfianza, falta de compromiso son, entre otras cosas, el pan de cada de día de las relaciones de pareja, siendo esta la punta del iceberg de un hasta hoy, ignorado problema de desamor.

 

Los espíritus al ser consultados por Kardec acerca del matrimonio, en la pregunta 695 de “El Libro de los Espíritus”, respondieron en forma sabia y sencilla que “era un progreso en la marcha de la Humanidad”, razón por la cual, el hombre encarnado en la Tierra debe preocuparse en mayor medida, por la buena salud de las relaciones de pareja, aplicando el principio cristiano de “no hacer a los demás lo que no quisieras que hagan contigo”.

 

Al ampliar la respuesta dada por los espíritus a la pregunta 696, acerca de la abolición del matrimonio, Allan Kardec asegura que: “La unión libre y fortuita de los sexos es el estado natural. El matrimonio es uno de los primeros actos de progreso en las sociedades humanas; porque establece la solidaridad fraternal y se encuentra en todos los pueblos, aunque en diversas condiciones. La abolición del matrimonio sería, pues, el regreso a la infancia de la Humanidad, e incluso, colocaría al hombre por debajo de ciertos animales que le dan el ejemplo de uniones constantes”.

 

El hombre necesita de la vida social, y es en la unión conyugal, donde encontramos el punto de partida de la célula generadora de la familia, donde el progreso se hace efectivo en el ser a través del estrechamiento de los lazos sociales, pues tal como lo plantean los espíritus en la respuesta a la pregunta 774 de “El Libro de los Espíritus”, los lazos de familia son una ley natural, pues de esta manera Dios los insta a amarse como hermanos.

 

Acorde a las enseñanzas de Emmanuel en “El Consolador Prometido por Jesús”, reconocemos que el matrimonio constituye una dura prueba, pero que sirve de redención para aquellos espíritus que, comprometidos en el pasado, necesitan saldar sus cuentas con la ley de causa y efecto.  Por eso, “para conquistar la paciencia y el heroísmo domésticos es menester la más arraigada fe en Dios, y tomar como espejo divino el ejemplo ofrecido por Jesús en su apostolado de abnegación y dolor sobre la faz de la Tierra[1].

 

Especialistas en el tema de las relaciones de pareja aseveran que: “Todas las parejas pasan en algún momento de su relación por situaciones de crisis. Lo importante en esos momentos es afrontarlas y superarlas actuando con madurez y asumiendo los vaivenes de la relación como algo normal que ocurre en todas las relaciones pero que hay que tratar de solucionar.  

 

Ante las dificultades, no debemos caer en el abandono de la pareja ni dejar que las cosas se solucionen solas. Es importante una actitud activa y hacer todo lo posible por salir de esa situación, averiguando cuáles son los motivos que la provocaron y procurar que no vuelva a ocurrir.

 

Para que una relación sea sólida debe estar basada en el amor, confianza, respeto y comunicación. De esta forma, aunque no va a estar exenta de dificultades será más fácil superar todos los obstáculos que se puedan presentar, pues se apoya en los pilares básicos de una relación afectiva”[2].

 

Quién puede poner en duda semejantes aseveraciones, que llevadas a la práctica generarían un estado de bienestar para la relación de pareja, pero que en aquellas relaciones donde los intereses particulares de cada pareja priman por encima del objetivo común, representan simple y llana teoría que de nada sirve si no existe la verdadera motivación en las relaciones humanas que es el amor. Como enseña André Luiz en la obra “Opinión Espírita”, “Todo corazón necesita de amor. Urge discernir, pues, cómo se ama y cómo se es amado[3]”.

 

Pero, ¿Dónde podemos encontrar respuestas claras, concretas y precisas a este tema que afecta de una u otra manera a todos los espíritus que hasta hoy han reencarnado en la Tierra? Compleja respuesta que difícilmente nos la van a responder los más eruditos especialistas en el campo familiar y que de espaldas a la ley de reencarnación, pretenden sentar cátedra alrededor del tema.

 

Para quienes se amparan bajo la frondosa sombra intelecto-moral que nos ofrece la Doctrina Espírita, existen obras que nos han legado Espíritus como Juana de Ángelis, André Luiz, Emmanuel, Amelia Rodrigues, Manuel Philomeno de Miranda y muchos otros, obtenidos a través de la mediúmnidad psicográfica, nos permiten tener una mejor apreciación de la complejidad del tema y donde se encuentran las raíces psicológicas profundas que no le permiten al ser encontrar la esquiva felicidad que tanto anhela.

 

Es necesario reafirmar que, “el orden natural e inherente a la especie humana es, incontestablemente, la monogamia, ya que, teniendo por base la unión constante de los cónyuges, permite que se establezca entre ambos una estrecha solidaridad, no sólo en las horas de regocijo, sino también en los momentos difíciles y dolorosos. Es también de ese modo que los padres pueden dar a los hijos todo lo que ellos necesitan para un desarrollo normal, sin problemas de personalidad.

 

El matrimonio monógamo es el instituto que mejor satisface los planes de Dios, en el sentido de preparar a la familia para una convivencia de paz, alegría y fraternidad, estado ese que ha de extenderse, en el futuro, a la Humanidad entera[4].

 

Si bien es cierto que existen culturas ancestrales que mantienen, aún hoy, vivas y actuantes su manera de llevar las relaciones de pareja, debemos comprender que eso corresponde al estado evolutivo de los espíritus que reencarnan, según sus necesidades de progreso espiritual, en esos pueblos. Podemos mencionar a manera de ejemplo “dos costumbres matrimoniales que han existido y existen en algunas partes; la poligamia y la poliandria. La primera, más extendida, es común en países musulmanes donde todo buen creyente está autorizado a poseer hasta 4 esposas legítimas. En otras regiones africanas y de la India no existen límites en cuanto al número de concubinas, siempre que el marido posea la suficiente holgura económica para mantenerlas a todas por igual. La poliandria es práctica común en el Tibet, donde 2, 3 y hasta 4 hombres poseen con frecuencia una sola mujer común. A esto debe añadirse que cuando una mujer se casa con un hombre que tiene varios hermanos menores, se convierte automáticamente en la esposa de éstos. Además, es común para estas mujeres tener relaciones extramatrimoniales con los lamas o monjes solteros”.

 

Peor aún es la costumbre en pueblos como los “Danakil del África Occidental, el novio debe haber matado a un hombre para obtener el derecho a casarse. Las costumbres sanguinarias de esta tribu exigen esta imprescindible prueba de virilidad para encontrar esposa. Como vemos, la violencia y la crueldad llegan aquí a formas sanguinarias tan sólo para obtener el derecho a casarse[5].

 

En Colombia, algunas tribus indígenas como los Wayuú, de la Guajira, “…viven en clanes que son matrilineales en donde el parentesco está conformado por solo los padres y sus hijos. También, en esta cultura “la poligamia es el modelo preferido de matrimonio, lo cual a su vez es signo de riqueza y señal de prestigio”. En estos matrimonios polígamos, cada esposa vive aparte de las otras con sus hijos y el esposo visita a cada una de sus familias nucleares. Aunque el padre participa activamente en la vida de cada familia, él normalmente se queda con su última esposa”[6].

 

André Luiz en su obra “Evolución en dos Mundos”, asevera que el ser “al caer en la poligamia traza para sí mismo una larga ruta de aprendizaje, que no podrá eludir por la matemática del destino que uno mismo se creó”.  Y remata sus apreciaciones asegurando que: “cuanto más se integra el alma en el plano de la responsabilidad moral para con la vida, más aprende el impositivo de la disciplina propia a efecto de establecer, mediante el don de amar que le es intrínseco, nuevos programas de trabajo que le faculten su acceso a planos superiores”.

 

Pero más allá de las veleidades típicas del ser encarnado, que interpreta acorde a su grado de ignorancia las cosas espirituales, existe una bien organizada planificación de la institución familiar que, según el mentor espiritual Emmanuel “tiene sus orígenes sagrados en la esfera espiritual. Con sus lazos se reúnen todos aquellos que se comprometieron, en el Más Allá, a desarrollar en la Tierra una tarea constructiva de fraternidad real y definitiva”.

 

Continúa elucidando Emmanuel de esta manera: “En esa institución divina prevalecen los eslabones del amor, fundidos en las experiencias de otras eras. Sin embargo, ahí acuden también los odios y persecuciones del oscuro pasado a fin de transfundirse en solidaridad fraternal, con miras al futuro[7]”.

 

Pero, a que se debe la relajación de las costumbres hasta llegar al desequilibrio sexual que se desborda en la exacerbación de las pasiones, al amor degradado al instinto animal, y al predominio de las sensaciones viles, por encima del sentimiento fraterno que debe enriquecer las relaciones de pareja en nuestro planeta Tierra.  En el estudio de las obsesiones encontramos luces de entendimiento a esta problemática, pues como enseña Juana de Angelis: “Espíritus perturbados en sí mismos se reencarnan anatematizados por desequilibrios físicos y psíquicos que proceden de recuerdos negativos y de los errores anteriormente practicados. Espíritus inquietos se reemboscan en la indumentaria fisiológica, azuzados por falsas necesidades a las que se arrojaron impensadamente en las existencias pasadas. Espíritus aturdidos recomienzan la experiencia carnal bajo el guante de pasiones que deben superar y resbalan en las experiencias comprometedoras en las que más se infelicitan. Espíritus ansiosos vitalizan las ideas que los atormentan y establecen conexiones enfermizas con otras mentes, engendrando dramas obsesivos de lamentables consecuencias”.

 

Diariamente millones de criaturas mal informadas o desavisadas, fascinadas por las ilusiones del placer, se arrojan a los despeñaderos de la locura, por frustraciones y desasosiegos sexuales. Sublime campo de experiencias superiores normalmente se convierte en pantano sombrío de miasmas asfixiantes y tóxicos nefastos”.

 

“….En la erraticidad, hay mentes ociosas, atormentadas y sedientas, victimizadas por pasiones que aún no se aplacaron, que se encuentran realizando incesante intercambio obsesivo con los que se permiten, en la Tierra, las alucinaciones sexuales y los desavisos afectivos. En uniones terribles, se asocian a ellos con virulencia, explotándoles los centros genésicos y destruyendo en ellos la alegría y la esperanza de vivir”.

 

Juana de Angelis amplia estas orientaciones, haciéndonos reflexionar acerca de la vigilancia de los pensamientos y el control del sexo así: “Cuando inusitados pensamientos te ensombrezcan las estructuras mentales con ideas infelices; cuando los dulces afectos se transformen en los recesos de tu corazón en horno de deseos; cuando la ternura con que envuelves a los que estimas o amas se te presente ardiente o angustiosa; ¡cuando pases a sufrir dolorosas constricciones en la organización genésica, ten cuidado! Ciertamente estarás siendo obsesionado por otros Espíritus, encarnados de mente vigorosa o desencarnados infelices, en trama continua para arrojarte a los precipicios de la alucinación. Levanta el pensamiento a Jesús y entrégate a Él en clima de donación total, seguro de que el Vencedor de todos los embates te ayudará a salir de la cruel constricción, encaminándote en dirección a la armonía…[8].  

 

Humberto Mariotti en su artículo “Sexo, Sexualidad y Amor”, plantea lucidamente que: “Hay quienes dicen que el matrimonio en este instante “es una institución fallida”, pero no presentan ninguna alternativa para la construcción de la familia, haciendo de la criatura humana un animal sexual que usa y abusa, dejando, en consecuencia, la prole al abandono…

 

Cuando el amor dirige las sensaciones, irguiéndolas hacia el área de las emociones, se hace más fácil superar los problemas conyugales, reorganizándose los programas afectivos y reencontrándose el placer de la convivencia.

 

El orgullo, el amor propio, la inseguridad personal responden por las desconfianzas, las inferioridades que producen sospechas y propician la separación precipitada antes de que el problema pase por el cedazo de la razón y de una meditación más profunda, mediante lo cual se calma la situación y se reanuda el compromiso, que prosigue, quizás, más seguro y más profundo.

 

Y termina recordándonos que: “El sexo y la sexualidad merecen respeto y buena utilización para atender la finalidad para la cual la Vida los ha organizado”[9].

 

Quisiéramos terminar estas disquisiciones tomando un fragmento de la obra “Entre la Tierra y el Cielo”, cap. XXXVIII (Boda Feliz), del espíritu André Luiz y psicografiada por Chico Xavier, que nos permite comprender cuan necesaria es la vida en pareja, amparada por el vínculo matrimonial en nuestra amada Tierra:

 

A medida que me aumenta la experiencia en el tiempo, reconozco que el matrimonio, por encima de todo es unión de alma con alma”…. “La amistad pura es la verdadera garantía de la ventura conyugal. Sin los cimientos de la comunión fraterna y del respeto mutuo, el matrimonio pronto se transforma en pesadas cadenas de condenados de la cárcel social”.

 

Oscar Cervantes Velásquez

CENTRO DE ESTUDIOS ESPÍRITAS FRANCISCO DE ASÍS

Santa Marta – Colombia

Julio 24 de 2010


[1] El Consolador que Prometió Jesús, Emmanuel/Chico Xavier. Editora Argentina 18 de Abril. Página 84, 1973.

[2] http://www.pulevasalud.com/ps/subcategoria.jsp?ID_CATEGORIA=103771&RUTA=1-3-101485-103771 (octubre 1 de 2009)

[3] Opinión Espírita, Mensaje 35, Saber Vivir. André Luiz. Instituto de Difusión Espírita (IDE), 1977.

[4] ¿Celibato, poligamia y matrimonio monógamo? Las Leyes Morales, Rodolfo Calligaris. Capítulo IV, preg. 695 y siguientes.

[5] Amor, sexo, cultura y sociedad. Miguel Lugones Botell, Tania Y. Quintana Riverón y Yolanda Cruz Oviedo http://www.bvs.sld.cu/revistas/mgi/vol13_5_97/mgi16597.htm (octubre 1 de 2009)

[6] http://colooooombia.blogspot.com/2009/05/indigenas-colombianos-los-tukanos-de.html (noviembre 12 de 2009).

[7] Afecto. El Consolador prometido por Jesús. Emmanuel. Segunda parte, Filosofía. Preg. 175

[8] Sexo y Obsesión. Floraciones Evangélicas. Joanna de Angelis. Mensaje 56. Editora Espírita “Alborada”.

[9] Sexo, Sexualidad y Amor. Humberto Mariotti – Divaldo Pereira Franco en “Hacia las Estrellas”.

 

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