DELANTE DE LA INFANCIA

Incuestionablemente, la respuesta de los Mentores de la humanidad al Codificador del Espiritismo es de suma importancia en los cuadros de la vida como la encontramos en el planeta terreno.

El espíritu que renace en nuevo cuerpo carnal tiene por meta perfeccionarse, teniendo por lo tanto los padres y otros seres adultos la incumbencia de conducirlo, de orientarlo en la vida para la Vida, instruirlo para superar la propia ignorancia, de liberarlo de las tinieblas para conducirlo a la Luz de Dios, y todo esto es lo que se llama educación.

Desafortunadamente, en la gran mayoría dos casos, los individuos que reciben el espíritu en la fase infantil y que tienen el deber de nortearlo por la vida, no se aperciben de su espiritual realidad.

Algunos suponen que las niños son seres vírgenes, recién creados por Dios — esto, cuando admiten la existencia de Dios —, y que, de esa forma, son tablas en blanco donde todo comenzará a ser escrito por los padres, iniciándose todo el proceso de la individualidad.

Muchos creen que las niños sean verdaderos clones, patrimonios de sus genitores, y que, por esto, deberán seguir los modelos por éstos establecidos, como copia humana de viejos caracteres.

Incontables criaturas, ignorando las leyes que regulan las afinidades entre espíritus o grupos de espíritus, piensan que las niños son meras conformaciones hereditarias de los padres, en régimen de totalidad, o sea, heredan no solamente elementos biológicos y o de postura, sino también, las características morales de ellos, lo que determinaría que padres intelectuales y dignos generarían, obligatoriamente, hijos con los mismos trazos, mientras que padres celerados e incultos, desde sus ancestros, generarían retoños portadores de iguales componentes intelecto-morales, y así por delante.

Y desfilan teorías filosóficas, psicológicas, antropológicas y religiosas, intentando establecer parámetros para explicar quienes son los hijos en relación a sus padres, y el porqué de tantas diferencias donde se esperaban similitudes o de tantas semejanzas, donde todo parecía dado a ser diferente.

El pensamiento del Espiritismo, a tal respecto, es que el ser que los genitores conducen en sus brazos cariñosos, es un milenario viajero de la evolución hacia el Creador, estando en la Tierra para el esfuerzo de la auto-superación, de la reestructuración del carácter moral, y pulimento intelectual, como alumno que asiste a las clases en el gran educandario del mundo.

Para la Doctrina Espírita, la aparente inocencia de la infancia oculta bagajes sedimentados a lo largo de siglos y siglos de caídas y levantadas, adquiriendo así experiencias importantes en la ruta de la Vida Grande.

De esa forma, educarla significará trabajar para podar o inhibir la acción de los elementos perniciosos traídos en su ser, al mismo tiempo en que se incrementará e incentivarán las conquistas felices, maduras, ennoblecidas que demuestre.

Psicografiado por José Raúl Texeira, por el espíritu Camilo, en: Desafíos de la Educación

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