FALTA DE FORMACIÓN DOCTRINARIA

J. Herculano Pires
J. Herculano Pires

Sin una buena formación, no tendremos un movimiento espírita cohesivo y coherente. Y, sin cohesión y coherencia, no tendremos Espiritismo. Esa es la razón por que los Espíritus Superiores confiaron a las manos de Kardec el pesado trabajo de la Codificación. Kardec hubo de cargar solito, con la ejecución de esa obra gigantesca. Porque sólo él estaba en condiciones de realizarla. ¿Después de Kardec, qué vimos? León Denís fue el único de sus discípulos que consiguió mantenerse a la altura del maestro, contribuyendo vigorosamente para la consolidación de la Doctrina. Era, aparentemente, el menos indicado. No tenía la formación cultural de Kardec, residía en la provincia, no convivió con él, pero supo comprender la posición metodológica del Espiritismo y no la confundía con los desvaríos espiritualistas de la época.

 

Después de Denís, fue el diluvio. La Revista Espírita se convirtió un saco de gatos. La sociedad Parisiense naufragó en aguas turbias. La Ciencia y la Filosofía Espíritas quedaron olvidadas. El aspecto religioso de la Doctrina se descarriló en la ignorancia y en el fanatismo. Los sucesores de Kardec en Francia fracasaron completamente en la conservación de la llama espírita. Y, cuando el árbol del Espiritismo fue transplantado para el Brasil, según la expresión de Humberto de Campos, llegó cargado de parásitos mortales que, en lugar de extirpar, tratamos de cultivar y aumentar con las plagas de la tierra.

 

¿Todo eso por qué? Por falta pura y simple de formación doctrinaria. La prueba está ahí, bien visible, en el fluidismo y en el oscurantismo que dominan nuestro movimiento en Brasil y en el Mundo. Los pocos estudiosos, que profundizaron en el estudio de Kardec, viven como náufragos en un mar tempestuoso, luchando sin cesar, con los mismos destrozos de siempre. No hay estudio sistemático y serio de la Doctrina. Y lo que es más grave, hay evidentes síntomas de fascinación de las tinieblas, en vastos sectores representativos que, por increíble que parezca, combaten por todos los medios el desenvolvimiento de la cultura espírita.

 

Mientras no comprendamos que Espiritismo es cultura, las tentativas de unificación de nuestro movimiento no darán resultados reales. Darán aproximaciones ripiadas de conflictos, aumento cuantitativo de adeptos ineptos, estimulación peligrosa de mesianismos individuales y de grupos. Flammarion, que nunca entendió realmente la posición de Kardec, y llegó a decir que éste hizo una obra un tanto personal, como se ve en su famoso discurso al pié del túmulo, tuvo, sin embargo, una intuición feliz cuando lo llamó “el buen sentido encarnado”.

 

Ese buen sentido es lo que nos falta. Parece haberse desencarnado con Kardec, y volatilizado con Denís. Hoy, estamos en la era del contra-sentido. Los mismos órganos de divulgación doctrinaria que pregonan el oscurantismo, exhiben pavoneos de erudición personalista, en nombre de una cultura inexistente. Porque cultura no es erudición, libros acomodados en los estantes y ficheros en orden para consultas ocasionales. Cultura es asimilación de conocimientos y buen sentido en acción.

 

¿Qué hacer frente a esa situación? Cuidar de la formación espírita de las nuevas generaciones, sin olvidar la alfabetización de adultos. Moral: ese es el recurso. Tenemos que organizar la Moral del Espíritu y comenzar todo de nuevo, por las primeras letras. Mas, eso en conjunto, agrupando elementos capaces, de mente aireada y corazón abierto. Fue por eso que propuso la creación de las Escuelas de Espiritismo, a nivel universitario, dotadas de amplios currículos de formación cultural espírita.

 

Pueden decir que hay contradicciones entre Moral y nivel universitario. Más, se nota, que hablamos de Moral del Espíritu. La Cultura Espírita es el desarrollo de la cultura académica, es el seguimiento natural de la cultura actual, en que se mezclan elementos cristianos, paganos y ateos. Para iniciarse en la cultura espírita, el estudiante debe poseer las bases de la cultura anterior. "Todo se encadena en el Universo", como enseña, repetidamente, El Libro de los Espíritus. Quien no comprende ese encadenamiento, ha de iniciar por la Moral. No hay otra forma de adaptarlo a las nuevas exigencias de la nueva cultura.

 

La verdad desnuda y cruda es que nadie conoce Espiritismo. Nadie, ni en Brasil y ni el Mundo. Estamos todos aprendiendo todavía de manera torcida.

 

Y si me permito escribir esto, es porque aprendí, a duras penas, a conocer mi propia indigencia. En el Espiritismo, como ya se daba en el Cristianismo y en la propia filosofía griega, lo que vale es el método socrático.

Hemos, antes de todo, de comprender que nada sabemos. Entonces, estaremos, por lo menos, conscientes de nuestra ignorancia y ser capaces de aprender.

 

Pero, ¿aprender con quién? ¿Solos, como autodidactas, obteniendo nuestras propias lecciones de los textos, confiados en las luces de nuestra ignorancia? ¿Recibiendo lecciones de otros que gatean como nosotros, pero que se inflan el pecho de auto-suficiencia y pretensión? Claro que no. Al menos eso debemos saber. Hemos de trabajar en conjunto, reuniendo compañeros sensatos, bien intencionados, no fascinados por mistificaciones groseras y evidentes, capaces de humildad real, probada por actos y actitudes. Así conjugados, podremos aprender de Kardec, estudiando sus obras, buceando en sus textos, recordando de que fue él y sólo él a quien le incumbió transmitirnos el legado del Espíritu de Verdad.

 

Kardec es nuestra piedra de toque. No por ser Kardec, sino por ser el intérprete humilde que fue, el hombre sincero y puro al servicio de los Espíritus Instructores.

 

Es eso lo que debemos tener en las Escuelas de Espiritismo. No Facultades, ni Academias, sino, simplemente, Escuelas. El sistema universitario implica pesquisas, colaboración entre profesores y alumnos, trabajo conjugado y sin presunción de superioridad de parte de nadie. El simposio y el seminario, el libre-debate, en fin, es lo que resuelve, y no el magister del pasado. El espíritu universitario, por eso mismo, es lo que mejor corresponde a la escuela espírita. En un ambiente así, los Espíritus Instructores dispondrán de medios para auxiliar los estudiantes sinceros y sin pretensiones.

 

La formación espírita exige enseñaza metódica mas, al mismo tiempo, libre. Fue lo que los Espíritus dieron a Kardec: una enseñanza de la que él mismo participaba, interrogando los maestros y discutiendo con ellos. Por eso, no hubo infiltración de mistificadores en la obra entera, en ese bloque de lógica y buen sentido, que abarca los cinco libros fundamentales de la Codificación, los volúmenes introductorios y los volúmenes de la Revista Espírita, redactados por él durante casi doce años de trabajo incesante.

 

Esa obra gigantesca es la plataforma del futuro, el fundamento y el plano de un nuevo mundo, de una nueva civilización. Sería absurdo pensar que podemos dominar ese vasto acervo de conocimientos nuevos, de conceptos revolucionarios, a través de simples lecturas individuales, sin método y sin pesquisa. Nuestro papel, en el Espiritismo, ha sido el de monos en tienda de fruslerías. Es increíble la liviandad con que oradores y articulistas espíritas tratan ciertos temas, con una falsa suficiencia de causar escalofríos (deslumbrar), lanzando confusiones ridículas en el medio doctrinario. Hemos de comprender que eso no puede continuar. Llena de arengas melifluas en los Centros, de oratoria descabellada, de auditorios necios, batiendo palmas y palabras pomposas. Nada de eso es Espiritismo. Los conferencistas espíritas precisan enseñar Espiritismo —que nadie conoce— pero para eso precisan, primero aprenderlo.

 

Precisamos de expositores didácticos, servidos por buen conocimiento doctrinario, arduamente adquirido en estudios y pesquisas. Exponer los temas fundamentales de la Doctrina, no es hablar bonito, con trozos pretendidamente literarios, que sólo sirven para rellenar vanidad, a la manera de la oratoria presuntuosa del siglo pasado.

 

Ese palabrerío vacío y presuntuoso no construyó nada y sólo sirve para poner en ridículo el Espiritismo ante la mentalidad positiva y analítica de nuestro tiempo.

 

Estamos en una fase avanzada de la evolución terrena. Nuestra cultura creció espantosamente en los últimos años y ya está llegando a la confluencia de los principios espíritas en todos los campos. Nuestra falta de formación cultural espírita no nos permite enfrentar la barrera de los preconceptos para demostrar al mundo que Espiritismo, como escribió Humberto Mariotti, es una estrella de amor que espera en el horizonte del mundo el avance de las ciencias. Es curiosa y ridícula nuestra situación.

 

Tenemos el futuro en las manos y en nos quedamos enclavados en el pasado mitológico y en las querellas medievales.

Pero, para superar esa situación, tenemos de aprender con Kardec. Los que pretenden superar a Kardec, no lo conocen. Si lo conociesen, no asumirían la posición ridícula de críticos e innovadores de lo que, en verdad, ignoran. Llegamos a una hora de definiciones.

 

Precisamos definir la posición cultural espírita frente a la nueva cultura de los tiempos nuevos. Y sólo haremos eso a través de organismos culturales bien estructurados, funcionales, dotados de recursos escolares capaces de proveer, a los más aptos y más sinceros, la formación cultural que todos necesitamos, con urgencia.

 

Tomado del libro: "El Misterio del Bien y del Mal" de José Herculano Pires

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