EXPANSIONES DEL PRINCIPIO INTELIGENTE

Jorge Andrea dos Santos
Jorge Andrea dos Santos

En los impulsos que la vida planetaria nos va mostrando, notamos un orden bien elaborado que corresponde a una finalidad que, en la actualidad, a pesar de las técnicas existentes, se nos escapa una adecuada explicación.

 

Lo que vemos en los reinos de la naturaleza, desde los minerales hasta el reino hominal, los ordenados aspectos morfológicos son de tal complejidad, que no podemos dejar de atribuir, tales manifestaciones, como una consecuencia de las leyes responsables por esos eventos.

 

En el reino mineral son expresivas las fuerzas de atracción y cohesión de las moléculas, la organización de los diversos y bien ordenados sistemas cristalográficos, traduciendo orientación y equilibrio en la formación de ese reino.

 

En el reino vegetal las manifestaciones se muestran más avanzadas, donde la fotosíntesis representa expresiva adquisición. En este reino, la molécula orgánica se afirma propiciando elementos constructivos en la escala evolutiva de los seres.

 

El reino mineral es el reino que define las unidades inorgánicas, aún dentro de sus combinaciones, divergiendo del vegetal, donde la materia orgánica crece, expandiéndose y combinándose en muchos y nuevos elementos. Es como si un principio organizador, limitado en el reino mineral, alcanzase nuevas posibilidades y atributos en la organización vegetal, propiciando múltiples combinaciones que se van expresando en la conocida irritabilidad celular. Al mismo tiempo, se observan reacciones de acuerdo a las condiciones del medio, como el heliotropismo, las variaciones de acidez y alcalinidad y muchas otras elaboraciones bioquímicas. En este medio, los procesos selectivos de la quimiosíntesis presentan nuevos avances a expensas de las bacterias, pues muchas de ellas hacen parte del reino animal.

 

En el reino animal las elaboraciones son bastante complejas; además de los impulsos que le son propios, cargan consigo la herencia de los reinos menores por los que ya pasó. En esta fase, además de las condiciones para su sustento, que están relacionadas con el medio en que se encuentran, existen las nuevas condiciones ecuacionadas en los equilibradores orgánicos.

 

En el reino animal podemos registrar que los campos organizadores (principio inteligente), pertenecen a una "masa-directora" (alma-grupo) propia de cada especie; en los animales de constitución más compleja habría una dispersión de la "masa-energética", con el fin de que las "simientes" de su contenido (individualidades espirituales en formación) fuesen ocupando las organizaciones físicas, esto es, cada ser con su propio principio inteligente. Esta condición podrá ser observada a partir de los reptiles, por tener una organización física más avanzada y poseer, en la masa cerebral, una glándula específica (glándula pineal), aunque en sus fases iniciales con el nombre de ojo pineal. Nos dice André Luiz (Espíritu) que en esos animales podemos encontrar el inicio del proceso de individualización espiritual (principio inteligente en elaboración), o sea, que ya existiría un principio inteligente independiente comandando, con más expresividad, el procesamiento de la vida física, con la ayuda del ojo pineal.

 

El principio espiritual, caminando independiente en la escala animal, perfeccionándose cada vez más, inclusive entre la familia de los primates, alcanzaría, en el hombre, su más expresiva demostración a expensas de la glándula pineal (reloj biológico). Es como si hubiese, hace millones de años, una elaboración donde la memoria fragmentaria de los animales fuese, poco a poco, adquiriendo nuevas condiciones hasta alcanzar, en el hominal, la memoria continua (renovaciones reencarnatorias); en esta, el raciocinio estaría acompañado de nuevos factores, inclusive los afectivos, reflejándose en los potenciales de la responsabilidad (nacimiento del libre albedrío). Así, del Ardipithecus ramidus, alcanzando evolutivamente al australapithecus (aferensis, africanus, robustus), hasta llegar al homo-habilis y sus continuadores, el erectus y el sapiens del reino hominal, en condiciones del más expresivo estado de concientización.

 

Consideramos importante, en toda la serie evolutiva, la existencia de un proceso de atracción entre sus congéneres, que podemos considerar de carácter sexual, con inmensas variaciones y vivencias, que se hace más expresivo a partir de los vegetales. En el reino vegetal, los impulsos de la sexualidad muestran su dinámica, con variaciones y oscilaciones, entre el hermafroditismo (plantas fanerógamas) y la reproducción sexual (plantas criptógamas).

 

En los animales, esas fuerzas reproductivas, aún ante la complejidad física que cargan, presentan oscilaciones, donde aquí y allá, se observa el hermafroditismo y los ensayos en la homosexualidad. Es preciso anotar que las variaciones homosexuales observadas en los animales no reflejan daños, por no existir los factores de conciencia que caracterizan a la psiquis continua (hominal) y que no existen en la memoria fragmentaria. Actitudes de ese orden, por ser instintivos, no producen reflejos desagradables en los componentes de las fuerzas creativas del principio inteligente. Este mecanismo puede ser considerado como una necesaria acomodación de las energías, con la finalidad de desaguar las funciones instintivas de la sexualidad, necesarias para la organización material.

 

Por todo esto es que existe, sólo en la gran mayoría de los animales, la fase de la sexualidad reproductiva reflejada en el celo, como necesidad reproductiva, en virtud de la psiquis fragmentaria que poseen. En el caso de la especie humana, donde la sexualidad se muestra en su totalidad, atenderá no sólo a la reproducción, sino también, las organizaciones afectivas de la zona espiritual. Esta última condición, sólo será eficiente si existiese el desarrollo del amor responsable, divergente de los impulsos periféricos que solo alcanzan los sentidos materiales como verdaderas descargas energéticas, sin condiciones éticas, cayendo en un vacío psicológico. Esto quiere decir que el mecanismo de la sexualidad, con sus fuertes componentes energéticos atados a las fuerzas creativas del espíritu, necesita de comprensión, educación, responsabilidad y buen direccionamiento, por ser uno de los fundamentos constructivos de la evolución.

 

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En la compleja línea de la vida planetaria, con sus 3,5 billones de años de existencia, si consideráramos ese tiempo representado en tan sólo 1 año, según algunos antropólogos, entonces los reptiles habrían aparecido a mediados de diciembre y el hombre en los últimos 2 segundos.

 

El hombre es reciente en el planeta (1 millón, 600 mil años). El hombre autóctono, aquel que fue el resultado del perfeccionamiento de los primates, debe haber pasado un buen tiempo hasta alcanzar el llamado período paleolítico o de piedra, cuya máxima adquisición fue el fuego; su palabra aún rudimentaria, cuyo pensamiento se fue transformando lentamente, del fragmentario de la fase animal, al continuo del reino hominal, donde múltiples factores se encuentran coligados.

 

Le sigue a este, el período neolítico o de piedra pulida, cuyas acentuaciones vocales, ayudadas posiblemente por la música, ya formaban palabras, aunque reducidas y muy pobres. Esas nuevas condiciones de comunicación propiciaron la formación de grupos humanos, cada vez más acentuados, contribuyendo en la creación, aunque lenta, de la agricultura y como consecuencia el sedentarismo.

 

Poco a poco la evolución progresa en el reino hominal e inmensas razas se van formando, como también, evolucionando el lenguaje. Este, al principio partiendo de las inflexiones vocales, como auténticos gritos de alarma, van lentamente alcanzando las lenguas monosílabas de carácter bastante pobre. En el impulso siempre presente de la evolución, las lenguas flexibles se van articulando en  vocablos móviles.

 

Con los milenios, aparecen las lenguas llamadas analíticas, cuyas palabras definen ideas, así como también, ideogramas, que alcanzaron posiciones interesantes en la civilización egipcia, china y en el Japón antiguo.

 

En la actualidad, las estadísticas nos muestran que la lengua más hablada es el mandarín, alcanzando 900 millones de chinos, mientras que varios grupos, cercanos a los 400 millones, hablan incontables dialectos. Le sigue el inglés; luego el hindú, en la India, junto a muchos dialectos. Posteriormente, el español, el ruso, el bengalí y el portugués.

 

Es bien claro y comprensible que se dio el nacimiento de inmensas misturas lingüísticas, de cara a las circunstancias que el medio ofrecía, choques de comunidades, miscegenaciones múltiples y las variaciones raciales que se fueron ampliando y divergiendo de las cuatro razas básicas, reflejadas en la caucásica, mongol, negra y australoide.

 

Una pregunta que siempre encontramos en el pensamiento de muchos estudiosos, es de como se formaron todas esas variaciones raciales. Gran parte de estas no pueden ser calculadas teniendo en cuenta la dependencia de los factores del medio, aunque muchos antropólogos piensen que el reino hominal despertó en varios lugares del planeta. Aún así, ante tales hechos, debemos considerar las informaciones espirituales, cuyos registros son fidedignos, de la existencia de espíritus de otros orbes reencarnando en la Tierra en varias épocas. El libro más divulgado que hace tal referencia, "Los Exiliados de Capela", anota que determinado planeta, en la constelación de Cochero, al alcanzar su progreso espiritual, aún tenía en su psicosfera Espíritus que no poseían condiciones de acompañar los nuevos acontecimientos evolutivos. Fue así que fueron enviados a la Tierra, con el fin de impulsar al hominal en su fase inicial. Esta condición posibilitaba colocar en la Tierra Espíritus con experiencia, propiciando condiciones más avanzadas.

 

En realidad, aceptamos la existencia de esa posibilidad de los exiliados de Capela, sin embargo, en vista de las variaciones acentuadas de las razas, sería posible que Espíritus de otras civilizaciones, también hicieran su aporte en semejantes condiciones, con el fin de contribuir en los impulsos evolutivos, con nuevos recursos y experiencia. Los factores del medio ambiente, solamente, no podrían explicar tamaña divergencia.

 

En esta contingencia, los milenios pasaron hasta que el reino hominal terráqueo pudiese, con experiencias reencarnatorias de todos los matices, ir formando civilizaciones con el inmenso trabajo de sus propias adquisiciones. El impulso evolutivo más expresivo que puede ser anotado en la morfología humana, fue la elaboración de los potenciales de la zona cerebral, con sus respectivos hemisferios, donde el lóbulo frontal puede ser considerado el más expresivo por las funciones que le son atribuidas. Así es que registramos la frente oblicua de los primates (lóbulo frontal reducido) que, recorriendo las diversas ramas, hasta alcanzar al homo-sapiens en sus innumerables vivencias, va verticalizando la frente por el desarrollo del lóbulo frontal. En este, los procesos concienciales van alcanzando los niveles más expresivos de las funciones psíquicas, en el que el raciocinio pasa a ser la expresión más avanzada de la memoria continua. Otras funciones superiores se van mostrando, reflejadas principalmente en el libre albedrío, que se encuentra atado al factor responsabilidad en sus diversos grados.

 

Por imposición evolutiva el ser humano va siempre adquiriendo nuevas funciones psicológicas, entre las que podemos destacar los factores que definen el proceso analítico y el sintético, que se muestran a menudo, en su cotidianidad en el cerebro.

 

Es cierto que el cerebro no es el creador de los fenómenos, pero es la zona que expresa, a su manera y posibilidad, las funciones más específicas de la zona periespiritual que, a su vez, es la traductora y divulgadora de las energías espirituales profundas. Así, a través del cerebro, podemos comprender una vasta fenomenología percibida por los procesos analíticos, además de otros tantos, más avanzados, por los mecanismos sintético-intuitivos y, lo que es más interesante, el conocimiento y estudio que hoy poseemos sobre la fenomenología paranormal.

 

La ciencia ya hizo posible que comprendiéramos las condiciones de análisis y síntesis que nuestro cerebro expresa. Los fenómenos analíticos estarían, en las manipulaciones psicológicas, a expensas del hemisferio cerebral izquierdo, cabiendo al derecho las expresiones de conjunto y totalidad, como acontece con la intuición en sus diversos estados creativos. También, será fácil de comprender que los mecanismos ligados, ora al análisis, ora a la síntesis, se encuentran imbricados, quedando difícil demarcarlos; mientras tanto, cuando existe predominancia de una de estas vertientes, la posibilidad de evaluación será de más fácil comprensión.

 

Todos esos elementos funcionales como elaboraciones cerebrales, antes que nada, son energías que aportan y que, en las vivencias del día a día reencarnatorio, van presentando clarificaciones y mejores conceptos sobre el psiquismo humano. Este, a pesar de lo que ya conocemos y que se amplia en el vértigo de las nuevas técnicas, permitiendo transformaciones de todo orden en el planeta, será en el camino del trabajo idealista, siempre acompañado de los valores de una sabia ética envuelta, cada vez más, en el amor, que nos ayudará a comprender con más expresividad la causa evolutiva, sus reales razones y principalmente nuestra posición en el escenario del Universo.

 

Tomado de la Revista "Presencia Espírita" Mayo/Junio - Nº 230 - Ediciones Leal - Librería Espírita Alvorada Editora.

 

Traducción: Oscar Cervantes Velásquez

 

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