Existe en nuestra psique una desconocida dimensión

Jung y el Espiritismo

Ángel Almazán de Gracia

Publicado en Karma 7 – Barcelona, Octubre de 1984

Los fenómenos espiritistas han sido estudiados por diferentes científicos. Muchos de ellos, de prestigio internacional. Basta citar a los Premios Nobel, William Crookes y Charles Richet, para evidenciar la seriedad científica de tales investigaciones. Entre las personalidades que han tratado de encontrar la naturaleza de los fenómenos mediúmnicos se encuentra el psicólogo suizo, Carl Gustav Jung (1875-1961). 

 

Jung, poseía una profunda erudición y una amplia cultura humanista. Durante los años comprendidos entre 1907 y 1912, fue el discípulo predilecto de Freud de quien se separó por discrepar acerca de la liido sexual. Para Jung, la libido era un seudónimo de la energía psíquica que tanto impulsa al ser humano hacia el instinto como hacia la más alta espiritualidad. Tras separarse de Freud definitivamente en 1913, creó la llamada Psicología Analítica y se dedicó a interpretar la alquimia, los símbolos, mitos y fenómenos parapsicológicos.

 

El primer contacto que tuvo Jung con el espiritismo fue en su época de universitario. Por aquel entonces, Jung tenía 21 años y leyó todo tipo de libros referentes al espiritismo que pudo conseguir, incluidos siete volúmenes del famoso clarividente, Swendenborg. Y en el verano de 1898, estando en casa de sus padres, presenció -por vez primera- la fenomenología paranormal. El tablero de la mesa del comedor se rompió inexplicablemente por la mitad y un cuchillo de acero, que estaba guardado en un cajón, se partió en cuatro trozos.

 

Estos hechos le impresionaron vivamente y le impulsaron a investigar el espiritismo. Algunas semanas después, unos familiares le invitaron a participar en las sesiones espiritistas organizadas en torno a una prima suya de 15 años que moriría a los 27 años de tuberculosis. Una vez dentro de este círculo, Jung acudió regularmente todos los domingos durante dos años a las sesiones. Y sus observaciones las expuso años después, en 1902, en su tesis doctoral titulada Psicología y patología de los fenómenos llamados ocultos, donde viene a concluir que los espíritus eran complejos del inconsciente personal, con un importante grado autónomo, del inconsciente personal

 

Los Siete Sermones a los Muertos

 

 Durante el año 1916, diferentes fenómenos de polstergeist fueron presenciados por Jung y su familia en su vivienda de Küsnacht, Suiza. Su hija mayor vio una figura blanca atravesar la habitación y su otra hija le confesó asustada que algo había levantado su manta dos veces, mientras dormía. Luego, durante el día, el timbre de la puerta sonó estrepitosamente sin que nadie lo hubiese pulsado. Y en medio de este ambiente, Jung tuvo la sensación de que la atmósfera estaba enrarecida.

 

“Y de pronto -explica Jung en sus memorias- todo se llenó de espíritus. Estaban incluso bajo la puerta y se tenía la sensación de apenas poder respirar”. Naturalmente, le acuciaba la pregunta de qué es lo que pasaba. Y entonces ellos gritaron a coro: “Venimos de Jerusalén, donde no hallamos lo que buscábamos”. Ante este tipo de respuesta, Jung se sintió inspirado y durante tres tardes escribió el opúsculo gnóstico Siete Sermones a los Muertos. Los espíritus abandonaron el lugar una vez que terminó esta pequeña obra en la que -según el propio Jung- se preludiaba lo que tenía que comunicar al mundo acerca del inconsciente.

 

 Jung era también médium

 

 El empirismo científico de Jung le llevó a investigar de 1920 a 1925, diferentes fenómenos de psicocinesia, telecinesia y ectoplasmia producidos por el gran médium, Rudi Scheneider. También investigó al médium O. Schel. Pero además de la colaboración de estas dos personas, Jung pudo analizar, de una manera más directa los fenómenos espiritistas, en su propia persona. Como ya ha quedado de manifiesto, Jung a sus 41 años constató que era médium en el suceso de los Siete Sermones a los Muertos.

 

Pero a lo largo de su vida, Jung experimentó muchos otros fenómenos. Encontrándose solo en su torreón suizo de Bollingen a comienzos de 1924, escuchó, durante más de una hora, diferentes sonidos rítmicos que parecían provenir de los objetos existentes dentro del torreón, pero también de las plantas del jardín. Sonidos que denominó como melodías de la naturaleza. Y poco tiempo después, en la primavera de ese mismo año, mientras dormía tranquilamente en Bollingen, ruidos de pasos, risas y charlas le despertaron. Pero, al mirar a través de la ventana, descubrió que no había nadie fuera. Intrigado, preguntó a los lugareños que le contestaron que quienes le habían despertado formaban parte del “ejército de Wotan, de las almas descarriadas”, espíritus que solían rondar por aquellos lugares frecuentemente.

 

Y en 1944, a la edad de 69 años, Jung sufrió un infarto cardíaco durante el cual tuvo una experiencia extracorporal. De pronto se encontró en pleno espacio. Divisaba varios continentes desde una distancia -que luego comprobó- de casi 1.500 kms. de altura. Y en este estado encontró en el espacio una roca con un santón que le sirvieron para autoconocerse mejor. Pese a encontrarse muy bien fuera de su cuerpo, se vio obligado a regresar y durante tres semanas quedó defraudado al ver que estaba vivo. Y durante la convalecencia experimentó también diferentes fenómenos subjetivos o Psi-Gamma.

 

Igualmente, Jung llegó a ver el fantasma de su mujer y el de un maestro chino llamado Lau Nai Süan que había iniciado a Richard Wilheim, en el conocimiento de la filosofía del yoga chino y de la psicología del I Ching, libro que Wilheim traduciría y comentaría en su edición alemana y que fue prologado por Jung. También habría que mencionar que Jung tuvo diversas precogniciones así como visiones hipnagógicas ectoplásmicas.

La explicación junguiana del Espiritismo

Las primeras conclusiones de Jung acerca del espiritismo se encuentran en la ya mencionada tesis doctoral de 1902, así como en el ensayo titulado Los Fundamentos Psicológicos del Espiritismo que data de 1919. Posteriormente, complementó estas explicaciones con su teoría de la «sincronicidad» expuesta, con la ayuda del Premio Nobel de Física, W. Pauli, en la obra La Interpretación y Naturaleza de la Psique (1952). Y, por último, también se pueden encontrar algunas opiniones sobre los fenómenos mediúmnicos en sus memorias.

 

El espiritismo nace a finales del siglo XIX, en plena época racionalista. Incluso se dio la coincidencia que, en el mismo año en que suceden los mensajes tiptológicos con las hermanas Fox, Carlos Marx publica El Manifiesto Comunista (1848). El materialismo científico y el marxismo marginaron y hasta desecharon como absurdas a las creencias religiosas. Lo irracional y lo espiritual quedó aplastado por la diosa Razón. Esta preponderancia, en la cultura colectiva, de unos presupuestos materialistas y totalmente racionales, motivó una respuesta complementaria psíquico-espiritual surgida de las capas más profundas y arcaicas de la psique humana (llamada por Jung, Inconsciente Colectivo). Pues bien, entre los diversos movimientos espiritualistas que surgieron impetuosamente, como queriendo contrarrestar al materialismo, apareció el espiritismo.

 

El Inconsciente Colectivo, puede considerarse como aquel trasfondo de la psique donde se encuentran sintetizadas todas las creencias, impulsos, pautas de conducta y vivencias de la Humanidad a lo largo de su historia. Sus contenidos estructurales, los arquetipos, son núcleos energéticos que penetran de múltiples maneras, y siempre de forma arquetípica, en el campo de la consciencia.

 

Los arquetipos, precisamente por disponer de energía psíquica ya en sí, pueden fascinar al ego y apropiarse de la energía psíquica accesible por la consciencia, por el ego. Entonces se puede crear una disociación de la personalidad. Pues bien, serían, fundamentalmente, los arquetipos de la inmortalidad, de la magia y el de la reencarnación, junto con el arquetipo de los espíritus, quienes provocarían las manifestaciones mediúmnicas. Estos arquetipos, impulsarían a los contenidos afectivos del inconsciente personal (deseos, pensamientos, lecturas olvidadas, sentimientos, etc.) a salir del estado represivo en el que se encuentran. Arquetipos y contenidos afectivos del inconsciente personal saltarían al campo de la consciencia y se apropiarían de la energía psíquica del ego. Esto motivaría disociaciones de la personalidad y los fenómenos mediúmnicos quedarían al descubierto.

 

La percepción extrasensorial (telepatía, clarividencia, precognición, retrocognición, etc.) han sido explicadas por Jung con su teoría de la sincronicidad. Según Jung, existe en nuestra psique una parte que puede acceder a una especie de quinta dimensión psicoidea en la que existe un continuo espacio-tiempo y donde no existe la ley de causa y efecto. La teoría de la relatividad de Einstein y los últimos descubrimientos de la física cuántica así parecen presumirlo. Nuestro inconsciente puede acceder a esta esfera psicoidea sobre todo en los estados de trance mediúmnico e hipnótico, y provocar con ello, fenómenos de sincronicidad. Y entre éstos hay que incluir a los fenómenos espiritistas. Esta es, muy resumida, la aportación de Jung en el campo de las investigaciones sobre el Espiritismo

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