LA SEXUALIDAD

Desde Freud, la sexualidad ha ganado importante papel en los estudios de la psicología. Ella se constituye en una gran desconocida para mucha gente. El ser humano de forma desenfrenada busca conocerla, tropezándose con las consecuencias, no siempre agradables, de su uso. Son muchos los problemas ocasionados por el uso inadecuado de esa importante función psíquica. Mucho más que una función conectada al cuerpo, la sexualidad tiene sus raíces en el espíritu. La búsqueda del placer del cuerpo puede, muchas veces, representar una búsqueda del alma, que ansía un encuentro con lo divino. El sexo no es impuro, como pensaba (o piensa) nuestra cultura. Es algo placentero que debe ser entendido como herramienta de aprendizaje del espíritu.

 

La sexualidad es una función que se manifiesta por la utilización de la energía en el campo sexual. Tal energía puede ser canalizada para varias actividades. El espíritu La utiliza como quiere y de acuerdo con su nivel de evolución. Muchos, por utilizarla en el campo de la permuta de energías primarias, resbalan hacia procesos educativos dolorosos. Por ser una energía conectada a los orígenes del ser humano, se constituye en una fuerza poderosa para las realizaciones del espíritu.

 

Hay personas que tienen el sentimiento de haber nacido con el cuerpo errado. Esta idea puede aparecer bien temprano en la infancia. En algunos casos, los padres del niño o aún en el medio en que vive, lo influencian a querer parecerse con el otro sexo, contrario a su cuerpo físico. La convicción de ser realmente del sexo opuesto puede continuar durante toda su vida. Algunas personas que sienten eso pueden asumir la inversión o buscar un médico que pueda efectuar quirúrgicamente el cambio de sexo. Los niños que tienen ese tipo de comportamiento, muestran, generalmente, peculiaridades del sexo opuesto, como jugar con juguetes característicos del sexo opuesto y juntarse, de preferencia con personas del mismo sexo. Si esa tendencia al sexo opuesto es redireccionada terapéuticamente desde la infancia, ya sea por los padres o por un especialista, podrá ser revertida, especialmente si la línea direccional es el respeto por el sexo del cuerpo. La mayoría de los niños hasta la adolescencia, y después hasta la edad adulta, se adaptan a su sexo anatómico, pero otras veces no. Eso puede ocurrir debido al cambio de sexo entre una y otra encarnación. No debemos por lo tanto, esperar una constante correspondencia entre los hechos y los efectos, en la medida en que, a los mismos efectos pueden atribuirse diversas causas. Hay otros factores que intervienen en esos casos. Una misma observación de ese tipo, en criaturas diferentes, podrá tener causas diferentes. Tales causas normalmente están directamente relacionadas con experiencias sexuales anteriores a la actual encarnación. El análisis, por lo tanto, será peculiar para cada caso. Un espíritu que reencarnó en un cuerpo femenino, en una próxima, al reencarnar en un cuerpo masculino, no tendrá tendencias homosexuales. La homosexualidad no corresponde siempre a la inversión de sexo de una hacia otra encarnación.

 

Como se puede ver a partir de las investigaciones de la Dr.ª Helen Wambach, el espíritu reencarna en ambos sexos, lo que corresponde a decir que todos tendríamos aquellas tendencias de forma acentuada. Sin embargo esto no corresponde a los hechos observados. Las reencarnaciones en sexos diferentes podrían justificar la existencia del ánimus y el ánima a que se refería Jung.

 

Léon Denis, en El problema del ser, del destino y del dolor, p. 177, sin discordar en la posibilidad del espíritu escoger reencarnar en el sexo opuesto al de la encarnación anterior, considera tal cambio inútil y peligroso. Algunas características físicas de un cuerpo presentadas en el otro (hombre imberbe) serían, para él, síntomas de ese cambio. Para nosotros, la utilidad del cambio, no necesariamente alternada, está en la oportunidad de que el espíritu adquiera aptitudes características de cada sexo. Tal vez la colocación haya sido hecha en función de un contexto y de una época de poco conocimiento y discusión respecto de la problemática sexual y, particularmente, homosexual.

 

El encuentro con el placer puede llevar al espíritu a no distinguir más el sexo del cuerpo objeto de su deseo. La satisfacción de aquel deseo lo hace insensible a esa percepción. Sus frenos inhibitorios desaparecen. Poco importa para él cuál es el cuerpo, o parte de él, que utilizará en la relación. Ese es uno de los motivos que pueden llevar el espíritu a una experiencia homosexual. Pasando de una a otra encarnación, esas tendencias pueden conservarse. El espíritu sólo cambiará su actitud si, en el intervalo de tiempo, se determinó para tal. Asimismo, es en la carne que él, verdaderamente, colocará a prueba su cambio.

 

Vale destacar que, el tabú existente sobre los asuntos que envuelven al sexo y su complejo relacionamiento con la moral, lleva el ser humano a tener muchos conflictos en esa área. La gran mayoría de los conflictos humanos se relaciona con la función sexual. Los procesos educativos que se establecen de una hacia otra encarnación, tienen relación con esa cuestión. Saber, conscientemente, dominar sus emociones en ese campo, es tener la certeza de que no habrá problemas a causa de la inversión de sexo en las sucesivas encarnaciones. Para los espíritus más experimentados, es igual reencarnar en un cuerpo masculino como en un femenino. Para esos espíritus el cuerpo es instrumento de evolución. Su identidad con el cuerpo es aparente, necesaria mientras encarnado, sin apego a la forma física. La búsqueda sexual es hecha dentro de los límites sociales, sin ningún énfasis. En algunos casos el espíritu prefiere ser célibe, buscando el reequilibrio. Para ellos el sexo no es impuro, sino energía creadora cuya utilización comprende los altos designios de la vida. 

 

Tomado del Libro “Reencarnación: Proceso Educativo” de Adenáuer Novaes

Traducción: Oscar Cervantes Velásquez

 

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