Ubaldo Rodríguez de Ávila
El mundo en que vivimos parece constituido por una gran cantidad de sustancias diversas. Si observamos detenidamente esas sustancias tendremos los nombres de: la piedra, el metal, la madera, el vidrio, el plástico, los sólidos, los líquidos, los gases, la energía. Pero la simple observación de los sólidos, los líquidos, los gases o la energía, no nos proporciona ninguna información sobre la naturaleza íntima de los mismos.
La materia sufre cambios, transformaciones, modificando incluso sus propiedades, pasando de estados simples a estados complejos de organización molecular, lo que nos proporciona la idea de la existencia de un único principio, estando por encima de lo que se ha podido observar a simple vista.
Demócrito, pensador griego, nos llevó a considerar que la materia estaba constituida por pequeños corpúsculos indivisibles: los átomos. Esta noción deriva de la hipótesis que los cuerpos están constituidos por partículas muy ligeras, indivisibles e invisibles. Pero este concepto cambió con el nacimiento de la química del siglo XIX, cuando los científicos descubrieron que el átomo es un complejo edificio del que había que determinar su estructura, poniendo a contribución el conocimiento de la electricidad. Hoy se mira al átomo como un universo en miniatura donde se encuentran subpartículas en infinidad de transformaciones. Sin embargo el mundo subatómico no puede seguir siendo visto como descompuesto en partes que van hasta el infinito. La materia tiene un límite aunque este no se vislumbre en las investigaciones actuales.
Por mucho tiempo la humanidad consideraba que el universo estaba constituido de dos partes esenciales y bien diferenciadas, capaz de coexistir y al mismo tiempo conservando individualidades propias; a estos dos elementos se les llamó materia y energía, definiéndoseles como una sustancia capaz de impresionar los sentidos físicos: ponderable, para la primera; y como una sustancia fluida que no puede ser pesada e incluso no llega a impresionar los sentidos del hombre, para la segunda. Estas acepciones conservan propiedad científica durante algún tiempo y se lanzan teorías que confirman aún más estas declaraciones. Esto cambia, sin embargo, cuando Albert Einstein presenta, en 1905, la teoría de la relatividad de la masa, del espacio y del tiempo, modificando la forma de ver el universo.
El postulado de Einstein, de que las leyes de la naturaleza deberían ser las mismas para todo observador en libre movimiento, fue el pilar básico para su teoría de la relatividad; pero una de las consecuencias fundamentales fue la relación entre masa y energía, o sea, que la energía se hace materia y luego se convierte en energía, expresada por la fórmula E=mc². Esta relación (masa-energía) quiere decir que la energía es materia en libre movimiento y la materia es energía condensada, destruyendo el paradigma ancestral de la Dualidad Material Universal, e implantando uno nuevo que da como resultado una revolución científica y filosófica que enrumba la física en nuevos caminos para la conceptualización de novedosos sistemas para interpretar mejor la realidad del cosmos.
Cuando Einstein expresa su teoría de la relatividad en el siglo XX, la Ciencia Espírita , en el siglo XIX, ya proclamaba ese principio con la sencillez, pero con la profundidad que le caracteriza. Vemos, por ejemplo, en la pregunta 22 de El Libro de los Espíritus, sacado a la luz pública el 18 de abril de 1857 por Allan Kardec, lo siguiente:
- “Generalmente se define la materia: lo que tiene extensión, lo que impresiona nuestros sentidos y lo impenetrable. ¿Son exactas estas definiciones?”.
Nótese aquí que, dada la forma de la pregunta, la concepción de materia que se tenia en la época era la que se analizaba hace unos momentos, o sea, de que ésta era una realidad totalmente independiente de la energía. Y de una manera sencilla, pero sin adelantarse a las investigaciones científicas, los Espíritus responden:
- “Desde vuestro punto de vista son exactas, porque habláis únicamente respecto de lo que conocéis; pero la materia existe en estados que os son desconocidos; puede ser, por ejemplo, tan etérea y sutil, que ninguna impresión produzca en vuestros sentidos y, sin embargo, siempre continua siendo materia, aunque no lo sería para vosotros”.
Planteamiento exacto que pone de manifiesto la grandeza del pensamiento. La Doctrina Espírita en esta pregunta deja la posibilidad de la interpretación relativa del pensamiento humano, sin embargo le deja apreciar la posibilidad de ampliar su mente a nuevas realidades que van más allá de su entender.
¿El hombre conoce suficientemente todas las expresiones de la materia? ¡Por supuesto que no! Cada día aparecen nuevas formas materiales que lo deja atónito ante la complejidad de su manifestación, por ejemplo, hoy se habla de la existencia del Neutrino (sólo por citar un ejemplo), partícula perturbadora de la que está compuesta gran parte la masa negra del universo, e inicialmente se dijo que a pesar de ser materia, no tenía masa, no tenía campo eléctrico, ni magnético, pero científicos ya están tratando de medir su masa y descifrar sus grandes enigmas; esto es lo que quisieron decir los Espíritus al comentar que “la materia existe en grados que nos son desconocidos”: el hombre aún está lejos de conocer a profundidad toda la realidad universal, y cuando dicen que “puede ser tan etérea y sutil, que ninguna impresión produzca en nuestros sentidos”, estaban refiriéndose a estados energéticos de la expresión material, adelantándose conceptualmente a los postulados relativistas de la concepción einsteniana.
Luego, en el capítulo VI, ítem 3 del libro La Génesis, de enero de 1868, el Espiritismo dice:
“Podemos establecer como principio absoluto, que todas las sustancias, conocidas o no, por muy distintas entre sí que parezcan, ya sea en su constitución íntima o con relación a su acción recíproca, son sólo formas que presenta la misma materia, variedades que presenta bajo la dirección de las diferentes fuerzas que la gobiernan”.
Una vez más apreciamos, como se adelantó el Espiritismo al concepto de Eistein de una forma sin igual; sin embargo podemos ir más lejos: hoy vemos que la física moderna demuestra en el microcosmos la concepción relativista convirtiendo materia en energía, como se aprecia en la elaboración de la bomba atómica; sin embargo el Espiritismo lo hacía desde antes con organizaciones complejas, como el caso de los fenómenos de materializaciones de Espíritus, o el caso de los aportes de objetos vivos e inertes, donde un cuerpo es desmaterializado (o sea, convertido en energía) en un lugar cualquiera, y nuevamente materializado (reconvertido a materia) en otro muy distante del lugar original, sin alteración de su organización íntima –el mecanismo intrínseco de ese proceso tal vez no lo conocemos con detenimiento, pero sabemos su posibilidad teórica incluso experimental demostrado por la misma ciencia-; tenemos también el caso de la bicorporeidad, donde personas dejan su cuerpo en reposo y son capaces de mostrarse activamente en lugares lejanos con su cuerpo energético materializado; y así por demás, la ciencia en ésta área del conocimiento demuestra lo que el Espiritismo viene diciendo desde sus inicios.
Aunque pueda parecer algo extraño a los lectores no familiarizados con este tema, algunos de los cuales sometidos al bombardeo psicológico de las ideas en contra, con preconceptos acerca de la realidad del Espíritu, es importante remitirse a las fuentes históricas de los investigadores del tema del Espiritismo, muchos de los cuales eran reconocidos como científicos en una época marcada como moderna, personajes que dedicaron su vida al estudio serio de estos fenómenos y que se convencieron ante la evidencia. Tenemos, por ejemplo, por citar algunos pocos, a William Crookes, el extraordinario Padre de la Física Contemporánea, el hombre que descubrió el tálio, la materia radiante, a quien se deben los pródromos de la Física Nuclear de la actualidad, que llegó a decir textualmente: “Yo era un materialista absoluto y, después de investigar con profundidad científica los fenómenos mediúmnicos, yo afirmo que ellos ya no son posibles, ellos son reales”.
Nuestra época está marcada por avances tecnológicos y conceptualizaciones científicas, que dan un amplio horizonte de lo lejos que nos encontramos de la verdad, y al estar muchos acostumbrados al dogmatismo ciego de ideas preconcebidas, se estarán alejando aún más de la fuente de lo real.
¿Cómo llegar a la verdad si no se busca? ¿Cómo llegar y apreciar la luz si tenemos una venda en los ojos? Pero lo más triste es que preferimos estar con la venda puesta. Como dijo un filósofo de la ciencia hace un par de siglos: ¡Es más fácil rechazar viejas ideas que aceptar las nuevas!.
No importa si se cree o no se cree; ante este hecho respetamos siempre el derecho propio de libertad de pensamiento; pero lo único seguro es que ante dos ideas contrarias, una de los dos será verdadera y otra falsa, y los que prefieren negar por el simple placer de negar, por lo general con argumentos como estos: “No es cierto por que yo no creo”, sólo resta decir que negando la realidad, ésta no dejará de existir.
Del Espiritismo mucho se ha hablado en contra y muchas de esas palabras están llenas únicamente de vacíos, propias de una generación ignorante. Se plantean argumentos dogmáticos fuera de un contexto racional en contra de esta Doctrina, con ciertos libros de valor histórico en la mano como si tuviesen el peso de la gran verdad, diciendo: “aquí está escrito y así es”. Otros revestidos del orgullo intelectualoide, autoproclamados voceros de las realidades naturales, dicen: “No es así, por que yo no lo he visto”.
La nueva generación no puede ser dogmática; la cultura actual impone como necesario un criterio amplio donde no se trata de quién dice la verdad, se trata de estudiar los fenómenos para sacar consecuencias positivas, sin negar por el placer de negar, o porque simplemente no se cree, o porque no se ha descubierto.
Algunos científicos dedicados, saliéndose de los preconceptos convencionales de la investigación científica, pero utilizando el mismo método objetivista para la búsqueda de la explicación de los fenómenos, en el campo de la física moderna, han concluido la existencia de un espacio y un tiempo de espíritu coexistiendo al espacio y al tiempo de la materia, llegándose a establecer hipotéticamente un modelo de psicosomatización de nuestra realidad íntima.
Existen métodos de observación experimental que proporcionan al hombre de ciencia los elementos necesarios para el análisis del fenómeno espiritual, con base en lo extrasensorial, en lo intuitivo, y no por no ver algo con nuestra vista material, no se puede concluir su inexistencia. La duda sistemática y el materialismo mecanicista: el orgullo, han llevado al hombre incluso a negar su propia realidad; sin embargo, siempre han existido personajes de talento que pusieron de manifiesto la certeza de su fe en la aceptación de Dios y del ser como algo concreto y no más abstracto en el sentido de confuso o inexistente; entre ellos Albert Einstein, el naturalista Fabre, el Astrónomo Camille Flammarion y muchos otros que supieron enfrentar su fe a la razón y de eso nació el convencimiento real que es el alimento del libre pensador, basados en una fe razonada.
¿Se podrá medir una sustancia gaseosa con instrumentos para medir líquidos? ¿Podremos medir longitudes con instrumentos que miden masa? ¡Intentemos medirlo y fracasaremos en el intento! De esta forma se comportan las personas que niegan el Espíritu como un ser concreto, porque, utilizando los métodos de investigación convencional para la materia pesada, no han logrado verificar la existencia del Espíritu.
Cada vez que se observan nuevos fenómenos, nacen nuevas ciencias para su estudio, cada una con un cúmulo de técnicas y procedimientos propios a su objeto de investigación. Por ejemplo, se miró a los astros y nació la Astrología, quien dio paso al surgimiento de la Astronomía ; cuando se idearon los números, nace la Matemática ; se observaron los elementos químicos y así nació, después de la Alquimia, la Química. Cuando hablamos de enfermedad y salud y pensamos en la Medicina, hablamos de la vida y pensamos en la Biología ; igualmente pensamos en el comportamiento y cognición y vemos a la Psicología actuando, cada una de esas ciencias con una serie de metodologías e instrumentos específicos para sus investigaciones. De igual forma, cuando la humanidad centró la atención en los fenómenos espirituales, a mediados del siglo XIX, nació el Espiritismo, “ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los Espíritus y su relación con el mundo corporal”, creando una metodología propia para la verificabilidad de los nuevos fenómenos observados.
Como el espíritu cohabita y existe al lado de la materia, en interacción permanente, necesita el Espiritismo de las demás ciencias para explicar ciertos fenómenos así como las demás ciencias necesitan del Espiritismo para comprender mejor los fenómenos de la naturaleza que están relegados a hechos fuera de lo normal, por que “el Espiritismo caminando al lado de la ciencia, no se detiene donde ella para; porque mientras la ciencia estudia los efectos, el Espiritismo se remonta a las causas” (Allan Kardec).
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En cuanto al estudio de la materia, parece lógico pues, intentar la ordenación de nuestros conocimientos a partir de investigar los rasgos comunes de todos los cuerpos existentes. Los antiguos griegos así lo hicieron y algunos de sus filósofos postularon que la tierra, el agua, el aire y el fuego eran las únicas sustancias primarias existentes, que combinadas en distintas proporciones, daban origen a todo el mundo material.
Esta es una visión simple que intenta demostrar la realidad de la materia en su esencia. Fue el primer intento de explicar unos fenómenos propios de un mundo que se presentaba demasiado complejo a partir de pocos principios elementales. Sin embargo, es la simplicidad que comanda el universo.
El soporte material de nuestra realidad estaba centrada en el átomo, hoy (en términos científicos) no se sabe a ciencia cierta cuál es ese soporte primario, cuál es la fuente fundamental de la cual parte toda nuestra realidad. Algunos aún miran al átomo como siendo esa base, otros místicos dicen que no hay una base como tal y todo se extiende al infinito, desde lo micro hasta lo macro, pero los más positivistas saben que debe existir ese soporte, ese elemento del cual deriva nuestra naturaleza cósmica material.
Sabemos que todas las sustancias son meras transformaciones que presenta una única materia elemental, la cual en el Espiritismo se le ha dado el nombre Fluido Cósmico Universal. De este modo, la materia palpable, visible, ponderable, es el resultado de la condensación de ese fluido. Todos los cuerpos, aun los considerados simples, son modificaciones groseras de ese fluido, que tiene como propiedades primitivas y más elementales la Fuerza y el Movimiento, y todas las demás, se derivan de la intensidad de la fuerza y la dirección del movimiento; esto hoy lo saben los químicos y los físicos, que miran cómo unas cuantas partículas y unos cuantos elementos, dan una gran variedad de sustancias y compuestos incontables en el universo.
¿Cuál será entonces la naturaleza íntima de esa sustancia material primitiva?, aún no lo sabemos, sin embargo, la razón nos dice que ha de ser una sustancia capaz de permanecer por sí misma implicada en cada uno de los eventos de la naturaleza como ese agente organizador que modela, con ayuda de otro agente, toda nuestra realidad material.
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Siempre, en la realidad cósmica, se parte de un presupuesto, y es que el cosmos y con él los seres que lo habitan, tuvo de tener un comienzo. Esto se desprende del axioma científico de que todo efecto tiene una causa. El Espiritismo admite que la causa inicial es una inteligencia cósmica. ¿Y por qué una inteligencia y no una fuerza aglutinadora primitiva del caos y la Nada ? Pues porque el cosmos revela un orden, una organización, una armonía, de lo que se entiende que debió tener un ordenador. Pensar que el caos produjo el orden y la armonía, es hoy una ingenuidad anticientífica que no predomina mucho. Pensar que la Nada produjo algo es otra ingenuidad, porque, ¿qué es la Nada ?, por su misma definición la Nada es nada y por tanto la Nada no existe. Entonces la teoría Espírita puede ser resumida en este otra axioma doctrinario: como todo efecto tiene una causa, ”todo efecto inteligente tiene una causa inteligente”, por tanto, la grandeza del efecto corresponde a la grandeza de la causa. Esa causa inteligente es una fuerza de naturaleza superior, Dios, y su existencia es el primer postulado de la Doctrina Espírita.
Pero, ¿quién es Dios?: ésta pregunta se hacían la Filosofía , la Teología , la Teosofía , la Teleología , la Religión , etc., y al preguntar quién es, ya se nos estaba regalando la respuesta por una simple asociación de términos: porque el término “Quién” quiere decir que es “hombre”, y nos representábamos a un Dios antropomórfico, con figura humana, agregándole incluso los defectos que el mismo hombre posee; un Dios de privilegios, un Dios de naturaleza humana. El Espiritismo, en la pregunta número 1 de “El Libro de Los Espíritus”, resuelve la cuestión de una forma neutral; no pregunta “¿Quién es...?”, sino que cuestiona: “¿Qué es Dios?”, al cual los Espíritus responden: “Inteligencia suprema y causa primera de todas las cosas”, sin agregarle las características humanoides que se le atribuía.
Elaborando la idea en términos claros, tenemos que la fuente inicial, Dios, existiendo en un medio inefable, habitando de manera dispersa en el espacio, emite su pensamiento creador que aglutina y estructura la materia. Así, el Espiritismo presenta la realidad universal de forma trina, como sustancias regidas por una inteligencia (Herculano Pires).
Veamos ahora la pregunta 27 de El Libro de Los Espíritus:
“¿De este modo habrá dos elementos generales en el universo: la Materia y el Espíritu?”,
La respuesta es:
“Sí, y por encima de todo, Dios, el creador, el padre de todas las cosas, y estas tres cosas son el principio de todo lo que existe, la trinidad universal...”.
Tenemos entonces que la realidad universal en la visión cosmológica del Espiritismo, como se dijo, es:
1. Dios: Inteligencia Suprema y Causa Primera de todas las cosas.
2. Espíritu: que es el Principio Inteligente del Universo y
3. Materia: es el lazo que sujeta al Espíritu; es el instrumento por el cual ejerce, al mismo tiempo, su acción.
En cuanto a la existencia de Dios se dirá, así como se dice del ser extrapersonal: ¿Dónde está si no lo vemos?. Pero hay un principio elemental que nos lleva a deducir la causa por sus efectos, aunque no estemos viendo esa causa; se puede deducir algo sin necesidad de que se esté viendo: Penzias y Wilson dedujeron la existencia de la Gran Explosión sin necesidad de asistir a algún Big Bang!!. Como expresa Kardec: Cuando vemos un pájaro en pleno vuelo que lo alcanza una bala y lo mata, deducimos por ello que fue un tirador, aunque no lo veamos. Cuando vemos la obra de un artista en un cuadro, evaluamos sus capacidades por la complejidad de la obra, sin que por ello conozcamos al artista. Así mismo, miremos la obra de la naturaleza, el movimiento de los astros, el crecimiento y desarrollo de los seres y busquemos la causa.
Pero también se dirá: Estos son el resultado de las leyes existentes en la misma naturaleza y que actúan mecánicamente sin indicios de inteligencia, como la gravedad, atracción y repulsión, impulsos neuroquímicos, etc. Aunque esto pueda ser, y de hecho es verdad, esas fuerzas son también efectos que deben tener una causa; aunque sean impulsos mecánicos, algo debe ponerlas en acción, adecuándola a las necesidades de cada cosa, y ¿ese algo que será? Buscando la respuesta caemos forzosamente en la existencia de una Inteligencia Superior, a la cual llamamos Dios.
Dios es la suprema y soberana inteligencia; es único, eterno, inmutable, inmaterial, todopoderoso, soberanamente justo y bueno e infinito en todas sus perfecciones, y no puede ser de otra manera, porque la existencia de otro ser que lo supere en un pequeño grado sus cualidades, ya dejaría de ser Dios, siendo Dios ese otro ser Es así que la existencia de Dios se constata por sus obras, y es mediante una simple deducción lógica que se llega a determinar los atributos que lo caracterizan (Allan Kardec).
EVOLUCIÓN DEL MODELO ESPÍRITA DEL HOMBRE
El modelo Espírita para la explicación de la realidad universal, como ya vimos, está representado por dos sustancias individuales e ínteractuantes, como son, Primero, el espíritu: definido como el Principio Inteligente del Universo, como dice en las preguntas 23 y 76 de El Libro de los Espíritus y, Segundo, la Materia : llamada Fluido Cósmico Universal en su expresión más pura y primitiva, siendo la sustancia material más elemental que se puede concebir. Estas dos sustancias están regidas por el tercer elemento: una Inteligencia Superior a la cual llamamos Dios, el Ordenador del Universo. Así mismo la Doctrina Espírita nos presenta un modelo estructural para comprender la formación del hombre en su forma integral, mirándolo desde un punto de vista sustancial.
En el hombre existen esos dos elementos caracterizados por unas funciones específicas. El principio inteligente tiene como principal atributo la función intelectiva, actúa sobre la materia, dando la orden para su estructuración y manifestación, y la materia, lazo que lo sujeta y le permite las manifestaciones para su vivencia evolutiva.
El Espiritismo en la pregunta 135 de El Libro de los Espíritus, dice lo siguiente:
“Así pues, el hombre está formado de tres partes esenciales:
1ª. El cuerpo o ser material, análogo al de los animales y animado por el mismo principio vital;
2ª. El alma, Espíritu encarnado cuya habitación es el cuerpo, y
3ª. El principio intermediario o Periespíritu, sustancia semimaterial que sirve de envoltura primera al espíritu y une el alma al cuerpo. Tales son en el fruto, el germen, el periespermo y la cáscara”.
Podemos notar que el Periespíritu es definido como sustancia semimaterial, pero aclaramos que lo que se quiere decir es que su naturaleza, siendo material, es aún más sutil que la materia pesada; pues como se dijo ya, en la época en que se dio a luz “El Libro de los Espíritus”, la concepción científicamente oficial de materia y energía era muy diferente de la de ahora, por lo que en estos momentos algo o es materia o no lo es. Debemos aclarar también que la representación tripartita del hombre en analogía con el fruto, se toma de forma figurada y no literal, pues los fisiologistas, anatomistas, en fin, los materialistas en general, anteponen su incredulidad al decir que no se ha encontrado dentro de nuestro cuerpo al ser inteligente, por tanto este modelo sería absurdo. Esto, repetimos, es sólo una forma figurada de interpretar la constitución del hombre, por lo que el espíritu al estar en la parte más interna, nos lo figuramos como que siendo más sutil, manifestándose en una dimensión espaciotemporal diferente de la que se encuentran los otros componentes.
Además de la definición anteriormente expuesta de Periespíritu, en “El Libro de los Espíritus” en la pregunta número 93 nos dice que “así como el germen del fruto esta rodeado del periespermo, así también el espíritu propiamente dicho está rodeado de una envoltura, que por comparación, puede llamarse periespíritu”. En la obra “ La Génesis”, Kardec dice que éste se puede definir más concretamente como “el Fluido Cósmico alrededor de un foco de inteligencia”. Esta es una definición más exacta en cuanto a estructura sustancial del termino periespíritu, pues etimológicamente el término se divide en el prefijo “Peri” que quiere decir “alrededor”, y el complemento “espíritu” que es el principio inteligente del universo, o sea que “periespíritu vendría ser lo que está alrededor del espíritu, siendo eso la materia elemental primitiva, modificado según el estado vibratorio del Espíritu.
El periespíritu le sirve al Espíritu para ejercer su influencia sobre la materia pesada; es quien le da individualidad al ser extracorpóreo y lo define como algo concreto dentro de la naturaleza; es el encargado de llevar las sensaciones al espíritu y proyectar la sensibilidad al cuerpo por medio de las fibras y núcleos nerviosos. El periespíritu es una sustancia material maleable que le permite al espíritu desenvolverse dentro del mundo espiritual e interactuar con los demás seres, y le permite también ponerse en comunicación con los vivos mediante el proceso mediúmnico, de las materializaciones tangibles, o por la videncia; es quien organiza la materia y le da forma bajo ordenes del principio inteligente (Espíritu), por eso mismo funciona como un verdadero Modelo Organizador Biológico (Término utilizado inicialmente por Jorge Andrea Dos Santos, André Luiz y Juana de Angelis), de ahí que tenga la misma forma de nuestro cuerpo, conservándose aún después del fenómeno natural de la muerte, que no es tal, sino un paso de un nivel de vida a otro de expresiones mucho más sutiles de la experiencia de vida corporal.
El principio inteligente comanda, su mayor atributo es la inteligencia, es el ser pensante, valiéndose de la materia por la cual obra, para relacionarse con el medio.
El periespíritu ha merecido muchos nombres dentro de los diferentes conceptos de las diversas doctrinas espiritualistas que lo aceptan, tomando los nombres de cuerpo bioplasmático, cuerpo espiritual, cuerpo astral, Psi, etc.
La Ciencia Espírita inicialmente define al hombre de forma trina como generalidad, dejando el campo abierto a investigaciones posteriores que confirman aún más la tesis espírita; es así que el periespíritu puede ser didácticamente dividido en cuantas partes sean observadas las disposiciones de sus camadas sin alterar el concepto espírita original.
En cuanto a esto, nuevas aclaraciones nos han llegado a través de múltiples autores Espíritas y no Espíritas, dedicados a la investigación seria del espíritu, poniendo de manifiesto la existencia de diferentes envolturas materiales que rodean también al espíritu, gradualmente pasando desde los estados más puros de la materia hasta los más pesados. Es de este modo que André Luiz, un autor espiritual, en el libro “Evolución en Dos Mundos”, escrito bajo la mediumnidad de Francisco Cándido Xavier, nos habló del Cuerpo Mental, definiéndolo como la “matriz del Cuerpo Espiritual”, conteniendo la información necesaria que viene del espíritu, para darle organización al Cuerpo Espiritual y, éste último, organizando al cuerpo físico bajo el comando natural del proceso hereditario. Vemos entonces cómo la materia más elemental que se concibe (fluido cósmico) se va condensando grado a grado hasta una expresión mucho más pesada, como nuestro cuerpo físico.
Durval Ciamponi en su libro La Evolución del Principio Inteligente, en el capítulo 13, cita unos esclarecimientos del Espíritu André Luiz, donde dice que “el periespíritu se compone de diversos cuerpos, que se van superponiendo en camadas hasta alcanzar su forma más sutil”; estos cuerpos son los siguientes: Cuerpo Etérico (al que comúnmente se le conoce como Doble etérico), Cuerpo Espiritual o Astral y Cuerpo Mental. Luego dice que “el Cuerpo Mental, a su vez, se compone de muchos otros cuerpos, conforme el grado de evolución del espíritu”; estos cuerpos son: Cuerpo Mental Inferior, Cuerpo Mental Medio, Cuerpo Mental Superior y Cuerpo Mental Sublime. Después de este nivel, tenemos la espiritualidad mayor, donde el periespíritu se presenta en otros grados, hasta perder su peso específico. Seguidamente lo representamos gráficamente y veamos como sería ese modelo que nos presenta André, aparejado con el modelo inicial de la Doctrina Espírita.
Durante nuestro estado de encarnados, en el estado de evolución general del planeta tierra, la organización orgánica nuestra no nos permite ver a un espíritu en su esencia pura, por esto cada vez que se percibe uno, ya sea en un grado muy inferior con apariencia animalezca o en un grado superior que se nos figura como una incandescencia o una llama de luz, amorfo, siempre estaremos delante de su estructura periespiritual, conforme la categoría que hemos visto hace un momento. Es de este modo, que al irnos depurando a través de las experiencias evolutivas, avanzando en la moralidad, nuestro periespíritu se va siendo cada vez más sutil; quiere decir esto que nuestra consciencia se va ampliando de tal forma que la parte más interna, que representa la espiritualidad más pura, va controlando las otras camadas hasta su total dominio.