1921 - 1971
José Pedro de Freitas (Zé Arigó), más conocido popularmente como Zé Arigó, nació el 18 de octubre de 1921, en la Hacienda Faria, en Congoñas del Campo, y desencarnó el 12 de enero de 1971, en un accidente automovilístico, cuando se dirigía de Congoñas a Bello Horizonte.
Zé Arigó era casado con Doña Arlete Soares, su prima, de cuya unión nacieron seis hijos: José Tarcísio, Haroldo, Eri, Sidney, Leoncio, Antonio y Leonardo José.
Zé Arigó, desde pequeño, se entregó al trabajo rudo de las labores del campo, en la Hacienda Faria. Hizo sus estudios primarios en el Grupo Escolar Barao de Congoñas. Fue propietario de un pequeño bar en aquella ciudad, dejándolo para posteriormente trabajar en una cantera, en las minas de la Siderúrgica Nacional. Más tarde, fue nombrado obrero del IAPTC, hoy INSS, donde trabajó hasta los últimos días de su existencia terrena.
Hablar sobre las curaciones realizadas por este gran médium no es tarea nuestra, pues sobre el asunto han sido publicadas varias obras de la autoría de escritores conocidos. Sin embargo, como se trata de uno de los más famosos médiuns que surgieron en nuestro medio, no podemos dejar de hacer algunas referencias a su persona, especialmente en lo que respecta a su martirio.
Arigó atendiendo a un enfermo
Para este relato, nos valemos de la obra intitulada "Arigó, vida, mediumnidad y martirio", de la autoría de nuestro amigo José Herculano Pires, de la cual transcribimos el siguiente trecho: "De la primera condena, en 1958, quedó libre fácilmente por haber sido indultado por el entonces presidente Juscelino Kubitschek de Oliveira. En ese tiempo, Arigó aún no sabia lo que era un indulto y quedó muy satisfecho con la decisión del Presidente de la República.
Pero, en la segunda condena, el 18 de noviembre de 1964, Arigó tuvo conocimiento del significado del indulto y cuando le propusieron una campaña en ese sentido él se rehusó, declarando firmemente: "No quiero ser perdonado por un crimen que no realice. Quiero que la justicia reconozca mi inocencia. No soy un criminal". La tesis del nuevo indulto permaneció obstinadamente en el espíritu de muchos de sus amigos, pero el médium se mantuvo firme en su posición.
Luego que su abogado, el prof. Jair Leonardo Lopes, profesor de Derecho Penal, de la Faculdad de Derecho de la Universidad de Minais Gerais, contratado por la familia del médium, le comunicó la sentencia del juez de la Comarca de Congoñas, Dr. Márcio Aristeu Monteiro de Barros, condenándolo a un año y cuatro meses de detención, Zé Arigó se apresuró a buscar al Magistrado y entregarse a la prisión.
Del sitio en que se encontraba, en casa de su tía, fue directamente en busca de la autoridad, en mangas de camisa, sin pasar por su casa. Como el Juez no disponía de transporte para conducirlo, el mismo Arigó ofreció el vehículo en que vino, para ser llevado a la cárcel de la vecina ciudad de Consejero Lafaiete, donde quedó detenido. Una gran caravana de automóviles lo acompañó hasta allá. Era general el ambiente de consternación en Congoñas.
Los hermanos de Zé Arigó, en señal de duelo, prometieron dejarse crecer la barba hasta que fuese liberado, lo cual cumplieron. De manera que, en la liberación del médium, periódicos y revistas publicaron curiosas fotografías en las que individuos barbudos abrazaban a Arigó, felices por su regreso a Congoñas. La cárcel de Consejero Lafaiete (antigua Queluz), ciudad más grande que Congoñas e importante cruce ferroviario, es una de las más repugnantes que el hombre se pueda imaginar.
Los infelices que son llevados a aquel presidio, pierden los mínimos derechos de su condición humana. Son encerrados en una celda pequeña e inmunda y sometidos a un régimen animalezco. Las autoridades, felizmente, comprendieron que no podían tratar al médium Arigó como a un vulgar criminal. Le dieron algunas comodidades, como cama, una celda aparte, derecho a bañarse con agua caliente, etc.
Pero Zé Arigó se condolió de la situación de los demás presos y les decía a las miles de personas que visitaban la prisión: "Es una pena lo que hacen con mis compañeros, gente buena que precisa ser tratada mejor para corregirse". Empezó a conversar diariamente con sus compañeros de presidio, e interesarse por ellos, a distribuir con todos los presentes, las frutas y dulces que recibía, y a pedir para ellos la asistencia de abogados y el amparo de autoridades que lo visitaban.
Consiguió también, con la ayuda de sus parientes y amigos de Congoñas, que la inmunda cárcel fuese limpiada y pintada. Pidió que enviasen colchones a los presos y luchó para mejorar las instalaciones de la prisión, con la instalación de duchas y el enceramiento constante del piso.
Todo eso, en verdad, era poco. Pero era lo que él podía hacer. Verificó, después, que ocurrían apaleamientos y otras humillaciones en la prisión. Las denunció y consiguió que se abrieran las investigaciones.
Cierta vez, ante dos hechos absurdos que presenció, fue tomado por una fuerte emoción y sufrió un infarto que lo obligó a ser trasladado para un hospital. Su sufrimiento era intenso. Pero todos los que lo visitaban salían consolados por sus palabras. "Todo lo que Dios hace es bueno, decía él constantemente. Si Dios me permitió venir hasta acá, era porque yo tenía algo por hacer. Y estoy contento. Esto es un paraíso donde puedo descansar, libre del trabajo que tengo afuera y de todos los que quieren mandarme. Aquí estoy libre".
Esas palabras aludían a muchas personas que alegremente llegaron a la conclusión que Arigó estaba mejor en la prisión que en Congoñas. Era una buena disculpa para no preocuparse por el caso y no luchar por la liberación del médium.
Otras decían: "Médium es, y así mismo tiene que pagar algunas faltas del pasado". Arigó no las desmentía. Aceptaba resignado la prisión, y llegó a marcar, en la pared de la celda, la fecha final de la sentencia inicua, como la única en que sería liberado.
Consejero Lafaiete se transformó en un verdadero centro de romería. Caravanas de todo el Brasil se dirigían a aquella ciudad para visitar a Zé Arigó en la cárcel. Personalidades ilustres, civiles y militares, le demostraban su solidaridad. Y los enfermos desahuciados por la ciencia humana, continuaban visitando a Congoñas y de allá se dirigían a Lafaiete, en procura de la mediumnidad prohibida. Como vemos, no fueron solamente los médiums del siglo pasado los que sufrieron la injusta persecución.
Por increíble que parezca, en pleno siglo XX, las mismas escenas se repiten. Es un inocente, sólo porque deseaba el bien de sus semejantes, es encarcelado en una prisión inmunda por denuncia de aquellos que aún viven en las tinieblas de la ignorancia.
Y así, concluimos este capítulo, en el cual hablamos sobre algunos médiums famosos del pasado, con el fin que los lectores tengan una idea, aunque general, al respecto de esos abnegados trabajadores de la última hora, que no miden esfuerzos para probar, no sólo la inmortalidad del alma, sino también de aminorar el sufrimiento de sus semejantes.
Debemos esclarecer, además, que no fueron solamente los médiums enumerados que trabajaron en estos sectores, sino muchos otros que también se sacrificaron, grandemente, los cuales dejamos de citar, por cuanto, nuestro trabajo, como el mismo título lo indica, busca solamente dar una ligera noción sobre el Espiritismo, no permitiendo, de esa forma, citar a todos los grandes misioneros de Cristo, que brindaron sus mejores esfuerzos, no sólo en el campo de mediumnidad, sino también abarcando otros aspectos de la Doctrina Espírita.
Fuente: ABC del Espiritismo de Victor Ribas Carneiro