1876 - 1942
Manoel Philomeno Batista de Miranda nació el catorce de noviembre de 1876, en el lugar llamado «Jangada», municipio del Conde, en el Estado de Bahía, siendo sus padres Manoel Batista de Miranda y Doña Umbelina María de la Concepción.
Convertido al Espiritismo en la ciudad de Alagoinhas por el «médium» Saturnino Favila, en 1914, que lo curó de una grave enfermedad, por esa época conoció a José Petitinga, en la Capital, con el cual, poco después, estableció relaciones, comenzando a frecuentar las sesiones de la Unión Espírita Bahiana, recientemente fundada, en 1915.
En 1918, Manoel Miranda era uno de los más asiduos frecuentadores, muy interesado en los asuntos doctrinarios del Espiritismo y uno de los más firmes adeptos de sus enseñanzas. Estaba trazada su linda trayectoria de discípulo fiel...
Fue elegido 2º Secretario de la «Unión» en abril de 1921; 1er Secretario en la elección social del domingo, 22 de enero de 1922, presidiendo la primera sesión como presidente elegido por la Asamblea General, el 27 de abril de 1939, por la desencarnación de José Petitinga, siendo reelegido para un nuevo ejercicio.
Durante ese largo periodo de práctica espírita, Miranda fue un baluarte del Espiritismo, no sólo en la «Unión» sino en todas partes. Donde estuviese, ahí estaba la doctrina y su propaganda ejercida como un erudito, un abnegado - llano, delicado en el trato, pero heroico en la lucha, pulido y seguro en la destrucción de los ataques soeces, de las arremetidas bajas o grandilocuentes contra las enseñanzas luminosas del Consolador.
Su enorme modestia no le permitió la producción de una Obra que lo destacara entre los hermanos encarnados. No quería destacar en la Tierra, tal vez porque ahora, habiendo acertado, esté luciendo como un sol en la Eternidad, para aclarar mejor los «prisioneros de la carne». Los trabajos que escribió, «Reseña del Espiritismo en Bahía» y «Retazos que justifican el Espiritismo», se publicaron sin su nombre. El primero por el 25º Aniversario de la Unión Espírita Bahiana, el 23 de diciembre de 1940, y el segundo a fines de 1941. En 1931 Miranda ya había publicado un opúsculo «Porque soy Espirita» en respuesta al Reverendo padre Huberto Rohden.
Aparte de todos los trabajos de la «Unión», presidía incansable también las sesiones mediúmnicas y trabajos del Grupo Fraternidad, que se reunía en su residencia, en la calle Directa de San Antonio, 45, visitando todavía otros grupos y sociedades, inclusive una en Alagoinhas.
Sufriendo horriblemente del corazón, subía innumerables escaleras a fin de no faltar a las sesiones, sonriendo y siempre animado cuando los Espíritus, conocedores de su melindroso estado, le recomendaban el máximo de reposo, le decían que me entregase los trabajos. Pero él, impávido, replicaba que era su deber. Quería acabar en el cumplimiento. ¡Sentía una inmensa alegría en dar a sus últimos días al servicio del Cristo!... No dejaría jamás de subir aquellas escaleras mientras tuviera fuerzas...
Soy depositario de sus últimas palabras al respecto de tal resolución.
«¡Ahora sí! No voy porque no puedo más. Estoy satisfecho porque cumplí con mi deber. Hice lo que pude... o lo que me fue posible. Me hice responsable de los trabajos, conforme ya determiné.»
Era en la antevíspera de su desenlace. Su desprendimiento se dio precisamente a las 21:40 horas del 14 de julio de 1942, efectuándose el entierro con un gran acompañamiento, el día siguiente a las 16 horas.
Fue un abnegado del Espiritismo. Fiel discípulo de la Senda del Maestro, y queridísimo de cuantos lo conocieron, porque, quien lo conocía, no podía dejar de quererlo. Imitemos su ejemplo. Hasta el último instante demostró la mayor firmeza de la tranquilidad de los justos, proclamando y testimoniando la grandeza inmortal de la Doctrina Espírita.
Salvador, 29-08-1942
Tomado del libro: Reuniones Mediúmnicas